jueves, 12 de marzo de 2015

Euphorbia Pulcherrima (un precioso apunte de Cristina Grande)


Aún vive la flor de pascua que compramos antes de Navidad. Alguien dijo que ya podía darla por perdida, que es una planta de temporada. Lo cierto es que sólo conserva unas pocas hojitas rojas en lo alto de los tallos. Ya tiene el entierro pagado, dice mi madre, que sigue regándola sin embargo, como hace con la orquídea que lleva siete años seguidos dando flores. Hace unos días, en un restaurante del barrio de Torrero vi una flor de pascua muy hermosa junto a un ventanal del comedor. Si aquí ha sobrevivido por qué no puede sobrevivir dentro de casa, pensé. Afuera se presentía la primavera. A medio día entra un rayo de sol por mi ventana por primera vez en muchos meses. No es momento de morir, le digo a la flor de pascua que en realidad se llama Euphorbia Pulcherrima. Tengo la certeza, casi absoluta, de que mis geranios de Arándiga se han secado mientras tanto. Quizás hace un mes que no los veo y calculo que ha llovido muy poco últimamente. Por eso, tal vez, tengo tanto empeño en que no se me muera la Euphorbia. A veces, cuando no puedes cuidar a alguien que te importa, te da por cuidar a quien con seguridad no necesita de tus cuidados. Siempre he creído que no tengo instinto maternal. Pero uno no acaba de conocerse porque somos muy recovecados los seres humanos. La Euphorbia, me da la impresión, está echando nuevas y mínimas hojas verdes. Está preciosa, dice mi madre con orgullo. Yo la veo raquítica y me limito a mirar los tallos con detenimiento, por si está rechitando a pesar de todo.


"Heraldo de Aragón" (10-3-2015)


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