miércoles, 24 de agosto de 2016

Ronquera, aspereza



La ronquera otorga a mis palabras la sensación de que tuvieran aristas, sílabas cojas  tropezando torpes con las raíces y guijarros de la lengua y la laringe, vocablos como eslabones del idioma trabados en el engranaje del pensamiento por el óxido y el polvo.
Permanecer en silencio suele ser la mejor medicina para aliviar estos síntomas; lo malo es que cuando estoy ronco me da por escribir.
Y en mucho de lo que escribo, quiera o no quiera, asoma también esa aspereza.

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